Tenemos hoy un artículo sobre el lenguaje corporal, escrito por Joe Navarro y traducido por Elena Rodríguez, muy interesante para todo el mundo, aunque especialmente para los intérpretes (para bien o para mal, los traductores no tienen muchas oportunidades de practicar el lenguaje corporal en su trabajo…).
“Si el lenguaje se le otorgó al hombre para ocultar sus pensamientos, entonces el propósito de los gestos era revelarlos”. John Napier.
Hace millones de años, nuestros antepasados emprendieron su andadura en la Tierra, y lo hicieron gracias a que fueron capaces de comunicar sus necesidades, emociones, miedos y deseos. Aunque parezca asombroso, lo hacían usando solo la comunicación no verbal: cambios fisiológicos (rubor en el rostro), movimientos (apuntar con el dedo), ruidos (gruñidos) y, en general, muecas y gestos faciales y corporales (expresiones de perplejidad o miedo…).
Esto ha formado parte de nuestra herencia biológica y ha seguido siendo así durante tanto tiempo, que todavía seguimos comunicándonos principalmente de forma no verbal. Así, incluso cuando no nos vemos, hacemos uso de iconos en la comunicación escrita para representar algunas emociones.
Por suerte hemos desarrollado un sistema para comunicar de inmediato a los demás cómo nos sentimos. Si tuviéramos que pensar tan solo durante un segundo, en cada una de las situaciones de peligro a las que nos enfrentamos (imagina una serpiente de cascabel enrollada en tu pierna) habríamos desaparecido ya como especie. En cambio, hemos evolucionado para reaccionar ante amenazas o ante cualquier situación que pueda perjudicarnos o dejarnos bloqueados (Reacción de lucha, huida o parálisis).
Este sistema, que ha evolucionado en el tiempo, nos alerta de inmediato de cualquier riesgo perceptible, comunicándolo también a otros que se encuentran alrededor en tan solo un instante.
Al igual que nuestro cerebro nos obliga a quedarnos quietos ante la presencia de un perro agresivo, o ante enormes felinos durante un safari, también nos comunica rápidamente, a través de nuestro cuerpo, si nos sentimos cómodos o incómodos, contentos o tristes, seguros o inseguros.
Este hecho tiene dos caras, puesto que mientras reaccionamos ante el mundo que nos rodea, otros pueden aprovechar esta rápida e instintiva reacción de nuestro cuerpo (igual que nosotros también). Por ejemplo, si pruebas algo que está podrido, todos a tú alrededor lo sabrán con solo mirar la expresión de tu cara: no necesitarán probarlo. Rápido, claro y fiable: el lenguaje corporal, como lo defino en el libro El cuerpo habla, es el método que usamos para comunicar lo más importante.
Y no solo es cuestión de supervivencia o reconocer el peligro, a pesar de ser estas las razones principales por la que reaccionamos de forma tan clara y visible ante ciertas situaciones (por ejemplo, sonidos que nos hacen pararnos inmediatamente o encogernos de miedo). Nuestro cerebro transmite señales al cuerpo que comunican a otros inmediatamente nuestras intenciones.
Esta es la causa de que cuando hablas con alguien con quien mantienes buena relación, y de repente notas que sus pies apuntan hacia su coche o ascensor, sientes que esa persona probablemente quiera irse. Cuando el otro tiene prisa, su cuerpo expresa a través de la posición de las piernas que algo le preocupa y causa malestar, aunque (por cortesía) continúe con la conversación. Por todo ello, en lo que se refiere a la comunicación, el lenguaje corporal es más directo y auténtico que las palabras.
¿Qué hay psicológicamente detrás de todo esto? Pues muy fácil: es una cuestión de necesidades, sentimientos, pensamientos, emociones e intenciones. Todo ello procesado con elegancia por lo que se conoce como el sistema límbico del cerebro.
No necesita pensar, simplemente reacciona ante los sucesos externos en tiempo real y nuestros cuerpos expresan cómo nos sentimos. Alguien nos da una mala noticia y nuestros labios se comprimen, perdemos el autobús y apretamos los dientes y nos echamos las manos a la cabeza. Se nos pide trabajar otro fin de semana y nuestros ojos se encogen mientras se nos desencaja la mandíbula. Se trata de expresiones de desasosiego que nuestro sistema límbico ha desarrollado durante millones de años, tanto si provenimos de China como de Chile.
Por el contrario, cuando vemos a alguien que realmente nos gusta, las cejas se nos arquean desafiando la gravedad, los músculos faciales se relajan y los brazos muestran más flexibilidad (incluso cuando están extendidos), para así dar la bienvenida a esa persona.
En presencia de alguien a quien queremos, imitamos su comportamiento (isopraxis), ladeamos la cabeza, y circulará más sangre hacia los labios haciéndolos más carnosos, también se dilatan las pupilas. Una vez más, nuestro sistema límbico comunica a través de nuestro cuerpo las auténticas sensaciones que experimentamos, y muestra con gran precisión expresiones no verbales.
En realidad, nuestros cuerpos no tendrían por qué manifestar estas conductas, sin embargo, hemos evolucionado para mostrarlas por una razón muy simple: somos animales sociales que necesitamos comunicarnos de forma verbal y no verbal. Que ¿cómo sabemos que el lenguaje corporal es tan fundamental en nosotros? Aquellos que nacen sin visión y nunca han podido ver estas expresiones las utilizan igual que el resto de personas. Un niño ciego se cubrirá los ojos cuando le digas algo que no le gusta, igual que lo hace mi vecino cuando le pido ayuda para transportar objetos pesados. Por suerte, venimos “programados” con estos comportamientos.
Ya sea en el trabajo, en casa o en las relaciones interpersonales, podemos estar seguros de que las sensaciones reales se encontrarán visibles en nuestro lenguaje corporal, que expresa bienestar o malestar. Este sistema binario de comunicación de sentimientos ha conseguido sobrevivir al paso del tiempo, y nos sigue ayudando con elegante sencillez.
Obviamente, se puede usar de forma muy efectiva este lenguaje para determinar lo que otros sienten hacia nosotros y para analizar cómo evoluciona una relación. Normalmente cuando sentimos que algo va mal, apreciamos cambios en nuestras manifestaciones afectivas en lo que a expresión corporal se refiere. Los cambios son fácil de detectar en las parejas que ya no se acarician o que han dejado de caminan cerca uno del otro. Por supuesto, a veces los comportamientos más sutiles son incluso los más determinantes. Tenemos un ejemplo de esto, cuando una pareja se toca solo con la punta de los dedos y no con toda la mano (comportamiento distante), lo que indica malestar psicológico. Este comportamiento que quizás no parezca importante puede acarrear problemas graves en la relación (Clues to Deceit).
Y aunque existen muchos aspectos de la comunicación no verbal y del lenguaje corporal, si nos centramos en el bienestar o malestar, estos pueden ayudarnos a ver más claro lo que otros realmente sienten, piensan, temen o desean. Teniendo en cuenta esta percepción, conseguimos una valoración más real sobre lo que ocurre y piensan los demás, cosa que será de ayuda para comunicarnos de forma más efectiva y comprensiva, desde un entendimiento más profundo.
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Joe Navarro es ex agente del FBI y autor de once libros, incluido su best sellerinternacional, What Every Body is Saying (El cuerpo habla). Puedes encontrar más información en inglés sobre Joe en www.jnforensics.com donde se incluye una bibliografía sobre comunicación no verbal, también puedes seguirle en twitter: @navarrotells.
Copyright © 2011, Joe Navarro.
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Bibliografía
Givens, David (2005). Love signals: a practical field guide to the body language of courtship. New York: St. Martin’s Press.
Knapp, Mark L. and Judith A. Hall. (1997).Nonverbal communication in human interaction, 3rd. Ed. New York: Harcourt Brace Jovanovich.
Ledoux, Joseph. (1996). The emotional brain: the mysterious underpinnings of emotional life. New York: Touchstone.
Morris, Desmond. (1985). Body watching. New York: Crown Publishers.
Morris, Desmond. (1969). The human zoo. New York: Dell Publishers.
Navarro, Joe. (2012). Clues to Deceit. Amazon Kindle.
Navarro, Joe. (2008). What Every Body is Saying. New York: HarperCollins.
Panksepp, Jaak. (1998). Affective neuroscience: the foundations of human and animal emotions. New York: Oxford University Press, Inc.
Ratey, John J. (2001). A user’s guide to the brain: perception, attention, and the four theaters of the brain. New York: Pantheon Books
Artículo original: http://www.psychologytoday.com/blog/spycatcher/201108/body-language-basics
Traducido por Elena Rodríguez Gallardo. Revisión Adrián Pérez.