Cada día se va tomando más conciencia por el mundo de la importancia de la gestión emocional, y de los beneficios que esta aporta a las personas y equipos empresariales cuando la usan correctamente. Y una de las claves en este proceso de la gestión emocional, por medio de una práctica emergente para el mundo occidental, es la ancestral meditación oriental, tan conocida en la otra mitad del mundo. Y el reciente interés se debe a las evidencias científicas que ha arrojado los estudios neurocientíficos del cerebro humano en el estado de meditación.
Yendo la los estudios, en concreto, un equipo de neurólogos del Centro Waisman de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, en colaboración con el Monasterio Scheche, de Katmandú, en Nepal, estudió los cerebros de un grupo de jóvenes monjes budistas discípulos de las escuelas de meditación Nyingmapa y Kagyupa, y los comparó con los de estudiantes universitarios estadounidenses.
El resultado de los encefalogramas y otras pruebas sobre ambos grupos reveló que el número de conexiones neuronales de los monjes era notablemente superior al de los universitarios. Es decir, que tenían un cerebro más activo. También un estudio del Hospital General de Massachussets en colaboración con la Universidad de Yale y el MIT, midió diferentes aspectos del cerebro de un grupo de individuos que practicaban el mindfulness durante treinta minutos al día durante ocho semanas, frente a un grupo de control que no meditó.
Los resultados fueron un mayor grosor y densidad de materia gris en el hipocampo, la zona del cerebro relacionada con el aprendizaje, la concentración, la empatía y la memoria, así como una reducción del tamaño de la amígdala cerebral, el área relacionada con el estrés y la ansiedad. En el grupo de control, por contra, no se habían producido estos cambios.
Otro estudio de 2009 consignó importantes mejoras en pacientes con enfermedades coronarias gracias a la práctica continuada de la meditación. También The New York Times se hacía eco en 2007 de otro estudio que aseguraba que las personas que meditaban mejoraban su capacidad de concentración a largo plazo, es decir, que podían permanecer más tiempo concentrado en una actividad sin sentir cansancio ni distracción.
En la misma línea, otro estudio de 2008 publicado en la revista PloS One, mostraba que los practicantes de la meditación tenían más capacidad para captar sonidos de gente que sufría y experimentaban sentimientos de compasión con más intensidad que las personas que no meditan. Finalmente, un estudio en el que participaron científicos de España, Francia y Estados Unidos mostró cómo la meditación inhibía la expresión de los genes relacionados con los procesos inflamatorios y del dolor, lo cual puede tener incidencia tanto en un menor riesgo de padecer algún tipo de cáncer, como en la formación de ateromas arteriales.
Conclusiones
Puede que en el pasado la meditación tuviera un halo místico que intimidaba a más de uno, pero más allá que sus orígenes estén vinculados con ciertas prácticas orientales, ajenas a nuestra tradición occidental, ya probamos con nuestra ciencia moderna que lo que es bueno para el ser humano trasciende de lo cultural y la temporalidad de la misma. La Razón es que los hechos que arroja la creciente ola de estudios sobre los beneficios de esta práctica son abrumadores y concluyentes. La práctica de la conciencia plena, mindfulness o como lo quieran llamar, no requiere la doctrina de ninguna filosofía para reportar sus grandes beneficios a la salud mental y física de las personas. Basta con la sana práctica de aprender a estar en el presente, anclarnos a una correcta respiración y disfrutar del presente… instante mismo donde nos encontramos, ya que más allá de cualquier idea, es la única realidad y vida que poseemos. ¡Todo pasa aquí y ahora!
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